Fiel e incisivo retratista de los males retóricos surgidos del bienestar, Woody Allen frena para "
Cassandra's Dream", que se estrena este fin de semana, sus impulsos cómicos para posar su mirada, más amarga y endeble de lo habitual, sobre las frustraciones del sector de la clase media.
Con esta reducción de la salud económica de sus personajes, Allen explora, como ya hiciera en "Match Point", las posibilidades que le ofrecen los complejos, la impotencia y el resentimiento de los alumnos más aventajados de la clase media, colindantes con la elite pero aun así ajenos a ella.
Ewan McGregor y
Colin Farrell asumen esos roles bajo los nombres de Ian y a Terry, dos hermanos que juzgan injusto un mundo que sólo les ha reportado mediocridad y que, por ello, se plantean muy seriamente cometer un asesinato para convertir su vida en lo que creen que por derecho les corresponde.
La propuesta es interesante, como siempre en la carrera del genio neoyorquino -que prolongó con esta película su adopción londinense antes de su aventura barcelonesa-, pero Allen trasluce notorias incomodidades en su vuelta al registro más grave y oscuro, en el que antaño abundó con delicadeza en "Interiores" u "Otra mujer".
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Cassandra's Dream", bajo su apariencia renovada de thriller, es fruto, sin duda, de las inquietudes artísticas de su filmografía más reciente que, con títulos como "La maldición del escorpión de Jade" o "Scoop", ha sido tachada de "menor", más por el tamaño de sus ambiciones que por la calidad de sus resultados.
Sin embargo, su última criatura cinematográfica, si bien conviviría también en el cajón menos memorable de su obra, lo haría por las debilidades en su ejecución que, no obstante, está muy por encima de la media de cualquier producto al uso.
La última tradición "alleniana" también se ha caracterizado, en "Melinda y Melinda" y "Granujas de medio pelo", por meter dos películas en una, y es ése un elemento presente en "Cassandra's Dream". Pero esta vez las bisagras están más desengrasadas y la trama chirría durante el giro.
La segunda entrega de material dramático contenía, sin embargo, mejores bases argumentales que la anterior, pero el camino hacia el desenlace se dispersa y no exprime el jugo de la reflexión sobre las dos vías de reacción que Allen propone ante la impunidad: la inmoralidad y el castigo autoimpuesto.
El desarrollo de la trama, que en otras ocasiones Allen lo convierte en irrelevante gracias a su ingenio cómico o a la fuerza de sus personajes, juega en "Cassandra's Dream" un papel fundamental cuyo patinazo provoca que la firma del cineasta, siempre tan reconocible en cada película, esté en esta ocasión menos presente.
Y así, la película transmite la sensación de que el director de "Annie Hall" no ha sido capaz de lograr empatía con sus propios personajes. ¿Será que no pueden permitirse un psicoanalista? EFE