Entre "jalarle bolas" a George Bush, desarmar a sus paracos y querer acabar con la guerrilla con Planes como el Plan Colombia, Plan Patriota y la Política de Seguridad Democrática, el Presidente Alvaro Uribe se ha pasado casi dos períodos de gobierno divorciado de la realidad social colombiana, la de la Colombia profunda, la de los excluidos y marginados que no tienen opciones que no sean las de la delincuencia, la prostitución y las drogas. Uribe hace un balance de su gobierno y se anota como un triunfo el repliegue táctico ejecutado por las FARC, informando a su patrón de Washington que ha acabado con quince mil guerrilleros pero sin mostrar los cuerpos. Uribe se empeña en no entender que el problema de la paz en Colombia solo tiene solución política y que no se puede acabar con un ejercito de treinta y cinco mil guerrilleros internados en la selva, por más dolaritos que le mande Bush y por más helicópteros artillados que le regalen. La realidad es otra, la brecha entre los estratos sociales colombianos se agranda cada día y Uribe cultiva con sus errores políticos, una bomba social que en cualquier momento puede estallar.
Ejemplos hay de sobra y para muestra está la hermosa ciudad de Cartagena, que en los últimos años se ha convertido en el nuevo destino de turismo sexual del planeta, desplazando a República Dominicana, Cuba y Tahilandia. Los paquetes turísticos para Cartagena se venden con todo incluido, es decir, está incluida una niña pobre de la ciudad, para que pervertidos gringos, europeos y canadienses sacien sus bajos instintos en un país lejano, donde el brazo de la ley no los alcanza y donde escapan de la vista de su "conservador" entorno social. Cartagena es hoy orgullo de Colombia y vergüenza de sus gobernantes, que se esmeran más en besar el culo al Rey de España que en educar y atender las necesidades de su pueblo.